"Apreté una sola vez a un jugador: a Clausen. Fui a pelearlo porque había hecho un gesto feo a la tribuna. Me rayé, pero después me hice amigo. Y terminó poniendo plata para los muchachos, como Villaverde, Enrique, Trossero, Killer.
—¿Y si un jugador no ponía plata?
—Mirá, ellos son peores que las minas: se sacan los ojos por el mejor auto o la mejor cadenita. Como hay muchos celos, eran ellos mismos los que nos decían quiénes no habían aportado. Nosotros tratábamos de persuadirlos: Villaverde se negó al principio, pero un día fui, le hablé y pum, sacó y me dio.
—Se sintió apretado.
—Seguro que se sintió apretado. El estaba solo y, atrás mío, había veinte monos.
—¿Apretar a los jugadores está bien?
—Yo nunca fui de apretar mal. Cuando un dirigente no me quería atender, al otro día iba con 30 barrabravas y aflojaba. No amenazábamos, pero metíamos miedo.
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